miércoles, 12 de marzo de 2008

BANKSY:graffitis para la cultura de masas

A finales del S. XVIII, principios del XIX, en Inglaterra, Jeremy Bentham apostó por el panóptico para vigilar con disciplina y visibilidad el orden carcelario. El panóptico es un edificio circular en el que las celdas se sitúan en la periferia, mientras que la torre de vigilancia está en el centro. Dichas celdas están situadas entre ventanas. Gracias al contraluz, los presos quedan iluminados y el vigilante en la penumbra. Por lo tanto, el prisionero vive con la sensación de ser vigilado constantemente.
Se dice que el panóptico es una metáfora de la sociedad moderna.

En la novela de George Orwell, 1984, el Gran Hermano es la autoridad única y todopoderosa que vigila sin descanso una sociedad reprimida con pensamiento único. A menudo se establece un paralelismo entre la sociedad de la novela y la actual. Incluso hemos incorporado el término “orwelliano” como sinónimo de sociedades con actitudes totalitarias y represoras.

Estas dos pinceladas son realmente un indicio de lo que vivimos y de lo que, sin duda, queda por venir. Siguiendo en la línea de Bentham y Orwell, parece cierto que hoy en día tenemos presente la idea de control, nos sentimos vigilados. No solamente son los hábitos, las costumbres y la opinión pública, como apuntaba Bentham, lo que rige nuestro comportamiento. Es evidente que hoy en día también entran en juego las nuevas tecnologías que, más allá de prestarnos servicio, tienen un importante papel en el control de la, como definía Bentham, ‘visibilidad’.

Frente a esta realidad, a simple vista pasivamente controlada, aparecen en las paredes de Bristol (Londres), pinturas con una alta crítica social y antisistema. Unas imágenes que parecen el revelado de lo que las cámaras no graban. Se trata de los graffitis de Banksy, caracterizados por su carga de críticas ácidas al ‘establishment’, así como por sus mensajes políticamente subversivos.

De Banksy se conoce poco, puesto que ha optado por permanecer en el anonimato. Quizás esta actitud pertenezca al grupo de críticas sociales: frente al protagonismo desenfrenado de cualquier personalidad, él apuesta por no identificarse. Algo se sabe de sus pinturas: son esténcils, es decir, graffitis hechos con plantillas. Hay críticos que las consideran tan vulgares como cualquier otro graffiti. Otros valoran este arte urbano y callejero positivamente, puesto que promueve visiones distintas a las de los medios de comunicación. Lo cierto es que las imágenes tienen un background importante de actualidad, y un grado de contenido social elevado, mezclado con altas dosis de inteligencia y mordacidad.

A través de sus dibujos, Banksy denuncia la dinámica capitalista actual a la cual él no se esconde de dar coba. Paralelamente al arte callejero y sus aportaciones benéficas a Greenpeace, se dice que Banksy trabaja para empresas como Puma y MTV, y vende cuadros hasta por 25.000 libras en circuitos comerciales o en la galería de su agente, Steve Lazarides. Sinceramente, no veo salidas alternativas para llegar a fin de mes. Incluso diría que no hay mejor crítica que la que se hace desde dentro, pues se conocen mejor los detalles, se domina mejor el contexto y se puede llegar a perfilar con exactitud hacia dónde/quién ha de ir exactamente la denuncia.

Con todos estos puntos destacados y poco hilvanados llegamos al análisis de los graffitis de Bansky como productos culturales dirigidos ya no a una élite, sino a la gran masa. En primer lugar, el soporte en el que se publica está al alcance de todos, pues no hay más que andar por la calle para topar con sus graffitis. En segundo lugar y tan importante como el primero, se trata de la denuncia de temas que nos afectan y nos incumben a todos. Por otra parte, como ya comentaba, alejarse del liderazgo quizás le garantiza acercarse todavía más a la masa amorfa y anónima. Este grado de empatía sin requerir un reconocimiento es positivo para el público. Por otro lado, este anonimato puede dar pie a construcciones de un personaje oscuro, como empieza a inducirse de las suposiciones sobre las cantidades de dinero que parece mover entre exposición y exposición.

Al margen de todo el misterio alrededor de Bansky, no se puede negar que su actuación abre muchos temas de reflexión y divagación entorno a la recepción de la cultura por parte del conjunto de la población. También resulta interesante ver el nivel de permisividad con las pinturas por parte de los gobiernos.

Frente a este chorro de texto, casi sin sentido, os invito a que veáis las imágenes del artista y continuéis con la divagación que aquí termino.

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