martes, 4 de marzo de 2008

Pressing Catch como producto cultural y su repercusión en la audiencia infantil

El lunes estuvimos reflexionando acerca del lugar que ocupan en la cultura etnocéntrica las estatuas vivientes de las Ramblas de Barcelona, el grafitero Banksy, el arte kitsch, los frikis, e incluso Pressing Catch.

Todas estas formas de expresión, por así decirlo, merecen un comentario en este blog. Sin embargo, me he decantado por Pressing Catch, pese a ser el que menos me llama la atención de la lista, por su proximidad.


Esta tarde, como cada martes, he estado a cargo de los niños y niñas, de entre diez y trece años, de un CEIP. Todos ellos se quedan a hacer la actividad extraescolar de biblioteca. Cuando no tienen deberes y se niegan a coger un libro, situación que se repite a menudo, se ponen a jugar a “tazos” o nos piden a las monitoras, casi de manera obsesiva, hojas para poder dibujar. A la hora de cerrar, los pocos que quedaban se han abalanzado sin piedad hacia la puerta, dejando descuidados sus dibujos encima de las mesas. Este es uno de ellos:

No me pregunten qué luchadores son, pero es evidente que pertenecen a Pressing Catch. Pero este dibujo es una muestra silenciosa del alcance de este programa de lucha.

Ni a mi ni a mi compañera de biblioteca nos resulta extraño que un niño amenace con matar a otro por el simple hecho de quitarle un lápiz. Tampoco es raro que insulten a la familia entera. Incluso es usual que en cuanto los perdemos de vista se estén “reventando la cabeza” (sí, así lo dicen, literalmente), revolcándose por el suelo en un intento de clave karateka. Y no parece un mosqueo cualquiera... A juzgar por la cara colorada, los ojos chispeantes, las fosas nasales dilatadas, los labios contraídos, el ceño fruncido, la vena aorta hinchada y los puños cerrados, juraría que van a por todas. Lo que saca de quicio es cuando se meten en el papel de los luchadores y toman los nombres de sus ídolos de Pressing Catch. Ahí, y antes de que den los saltos mortales, ya los hemos castigado o incluso expulsado de la biblioteca... si no ponen resistencia amenazándote a ti también e incluso dando saltitos para rozarte la cara. Realmente increíble.

Así que, cuando no son los “tazos” son las tarjetitas/cartas de los luchadores. Si les das una hoja para que se tranquilicen, estos dibujos de hombretones forzudos y a la primera de cambio, se atacan sin respeto ni miramientos.

Y una de las fuentes de esta violencia desmesurada es, entre otras, evidentemente, Pressing Catch. “Todos los sábados y domingos a las 15.30h, llega tu ración de lucha. Las estrellas de la WWE sólo están en Cuatro. Es uno de los programas más vistos en los EEUU. Está traducido a 17 idiomas. Género: lucha libre. Para todos los públicos”. Ah, al principio de las luchas advierten que lo que se va a ver no se puede reproducir en casa ni en la escuela. Fui! Menudo detalle.

Con todo este background, me dispongo a clasificar, a etiquetar este programa de lucha libre dentro del panorama cultural. Cierto es que si entendemos el arte como cualquier forma de expresión, y teniendo en cuenta las laboriosas técnicas empleadas en la lucha libre, así como la voluntad, por ambos contrincantes, de formar parte del combate, la lucha libre es un arte. Bien, me parece muy cogido de los pelos, pero este tipo de “violencia controlada” no deja de ser una vía de expresión muy común en el ser humano.

Ahora bien, ¿es adecuado hacer un programa televisivo sobre ello que te acompañe en la sobremesa de cada fin de semana? ¿Es realmente para todos los públicos?

Según el profesor George Grebner, de la Universidad de Pensilvania, uno de los más grandes especialistas de la violencia en televisión, “la exposición reiterada a la violencia vuelve al público ansioso y desconfiado, le hace exagerar los riesgos de agresión en su medio. Cuantas más emisiones violentas vean los niños, más aceptable les parece la violencia y más les produce placer. Les cuesta discernir lo verdadero de lo falso”*.

No vamos a discutir sobre los hábitos televisivos de los más pequeños, de si este programa puede ser viable acompañado por un adulto que le explique la ficción de la batalla. A mi parecer, el contexto actual va más allá. Y es que, por mucha libertad de expresión que haya, la programación televisiva ha de tener en cuenta el público al que se dirige y el contexto social en el que se emite. Creo que no es solamente irresponsable poner estos contenidos a horas en las que la familia podría estar unida viendo cualquier película de domingo, sino que es aún más imprudente hacerlo ante unos niños que crecen prácticamente sin ética. Parece que la infancia ha perdido el norte en cuanto a límites a traspasar. Tan pronto insultan a sus padres como agraden a una monitora de biblioteca. Ante este panorama y con las prestaciones que existen para mesurar la audiencia, no creo apropiado un programa que potencie lo que desde las escuelas y, en teoría, desde casa, se está intentando erradicar.

No me parece conveniente que el niño encuentre en la pantalla lo que ya ve en la calle. Porque para él, verlo en televisión es una forma de legitimar el acto. Y, como buen niño que es, lo va a copiar. Por mucho que sea consciente de sus limitaciones en cuanto a atrezzo y escenografía, la forma le penetra el subconsciente y la reproduce a la mínima de cambio. No demos más de lo que se encuentra por todas bandas, prestémosles servicios realmente innovadores y útiles.

Insisto en la investigación de la recepción masiva de programas televisivos. Y es que pienso que lo que no es correcto es apostar por programas estrellas en audiencia americana y dejar de lado los efectos perversos que pueden repercutir sobre el público. No creo que hayamos de invertir, aún más, en programas que no nos aportan nada como personas, como ciudadanos e incluso menos en aquellos que despiertan el lado más agresivo. Es cierto que la televisión ha de presentar una programación plural e innovar con nuevos formatos. Pero, sinceramente, la lucha libre a ese horario es algo a cuestionar.

Concluyo ya, consciente de que puede más el merchandising que de Pressing Catch se deriva que todas mis peticiones de coherencia frente y desde a la pantalla. Ciertamente el fin es importante pero, por favor, cuidemos los medios, puesto que en ellos se desenvuelven quienes han de protagonizar nuestro futuro.

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* Fragmento extraído del libro Cómo nos venden la moto, de Noam Chomsky e Ignacio Ramonet [apartado: Ingeniería de la persuasión, por Ignacio Ramonet, pág. 67].

1 comentario:

Sam dijo...

Es lamentable que prevalezcan los intereses económicos de unos pocos sobre la educación y el bien común de los niños. Las televisiones saben que a los niños les gusta la violencia, como saben que su efecto en sus mentes no desarrolladas es nefasto.
Un aplauso a Cuatro, muy socialistas pero quien manda es el euro.