lunes, 25 de febrero de 2008

4 meses, 3 semanas y 2 días


Hace algunos días fui con mi compañero al cine. Tomar esta decisión puede parecer muy común, pero para alguien que trabaja prácticamente todo el fin de semana en un cine vendiendo palomitas resulta algo diferente. Estaba claro, pues, que intentaría apartarme lo máximo posible del cliente Cinesa que compra la Coca-Cola de litro, el tanque de palomitas, la pizza mediana, los nachos, las chocolatinas y un sinfín de marranerías que a mí, en una sola película, no me daría tiempo a acabar. Por lo tanto, ya me alejo del Parc Vallés, aunque sólo sea para desconectar del trabajo.


Nos dirigimos al Cinema Catalunya. Es perfecto: no hay cola para entrar, ¡no se puede comer! y la sala es preciosa (vale, no tiene fila VIP…).
He pasado por algo la película que escogimos (bien, era la única que proyectaban): 4 meses, 3 semanas y 2 días. Sabíamos que era rumana y nos habían comentado que era muy buena. Sí, ahora estoy entrando en el terreno tan peligroso de calificar una película de buena y predisponer a todo el mundo a que la mire con buenos ojos… Me dispongo a hacer muy amablemente una valoración, totalmente personal, de la película. Voy a ponerla, por lo tanto, en mi pequeña lista de referencias sobre productos de cultura de élite. Igual habrá quien la vea y no le convenza… Aún así, siempre me gustará escuchar un… “estará bien, pero a mí no me ha gustado”.


Realmente, la película tiene algunas técnicas que la hacen ser peculiar y, a mi parecer, bien elaborada. Dos de ellas las observé por mí misma, la tercera la acabé de entender leyendo algunas críticas.
En primer lugar he de reconocer que el hecho de no conocer explícitamente el tema de la película hasta, me atrevería a decir, los 10 minutos de película, te hace estar en un estado de alerta y de captación de detalles increíble. Una vez te han centrado no abandonas este estado, ya que intentas enganchar todos los indicios del principio con la trama actual. Por ese motivo diría que es la película que con más intensidad he visto, puesto que dudo que pestañeara más de lo estrictamente necesario.


El segundo punto fuerte es el resultado de las cámaras. Des de periodismo nos enseñan a hacer guiones, nos explican qué es el punto de vista de la cámara subjetiva, de la objetiva, cómo hacer diferentes planos para expresar distintas sensaciones… Toda una teoría que intentamos aplicar en un documental de 15 minutos que tardamos un semestre en hacer y que el máximo dinamismo que conseguimos en el movimiento del pulso de la que gravaba. Fuera bromas pesadas (¡hacemos lo que podemos!), en esta película he visto en práctica mucha de la teoría abstracta del lenguaje televisivo. Y es que parecía increíble como la mitad de la película eran las acciones, los diálogos de las protagonistas, y la otra mitad te lo transmitía la cámara. No era solamente que la cámara botara cuando la chica corría, sino, por ejemplo, mantener un mismo plano durante mucho rato o encuadrar la reacción del receptor en un diálogo, en lugar del que está hablando. Realmente llegabas a sentirte parte de la escena. En algunos momentos hasta te puedes llegar a ofuscar o a impresionar, por la temática que se trata.


El tercer punto es la inmersión en la historia. Es curioso como no te sitúa adrede. Bien, sabes que es Rumanía en los años sesenta, pero no te lo relaciona con el contexto histórico. Luego averigüé que esta película forma parte de un un proyecto más amplio titulado Relatos de la edad de oro, una historia subjetiva del comunismo en Rumanía contada mediante su leyenda urbana. El objetivo del proyecto es hablar de aquel periodo sin hacer referencias directas al comunismo, contando diferentes historias que enfoquen opciones personales en una era de infortunio en la que la gente tuvo que vivir como si fueran tiempos normales.
¡Os invito a ver la película y a leer un poco más sobre ella! Aunque sólo sea para poder acercarse el arte de la sugestión...

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